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Actualizado 21-Febrero-2019

Pérdida de Panamá - Independencia de Panamá

Declaración de independencia de Panamá: un memorial de agravios sobre la administración colombiana

El Concejo de ciudad de Panamá se reunió en la Plaza Catedral, presidido por Demetrio Brid, director de la edición en inglés del Panamá Star & Herald. El Concejo reconoció como gobierno de facto una junta conformada por José Agustín Arango, Federico Boyd y Tomás Arias. Brid procedió a leer el manifiesto y la declaración de independencia y fijó para las 2:00 p.m. del día siguiente la proclamación formal de la independencia de la república. Cuando la gente supo que su nuevo país se iba a llamar «República del Istmo», protestó con vehemencia y exigió que el nombre se cambiara a «República de Panamá». La junta estuvo de acuerdo y firmó los documentos.

Aunque se supone que tanto el manifiesto como la declaración de independencia fueron redactados por el doctor Eusebio Morales, el manifiesto portaba el estilo del borrador que prepararon en Nueva York primero Cromwell y luego Bunau-Varilla, y al que se hacía referencia en el código Amador-Lindo-Bunau-Varilla. Decía, en parte:

"El acto trascendental que por movimiento espontáneo acaban de ejecutar los pueblos del Istmo de Panamá es consecuencia inevitable de una situación que ha venido agravándose día con día. Larga es la relación de agravios que los habitantes del Istmo hemos sufrido de nuestros hermanos de Colombia".

El lenguaje se parece al de la declaración de independencia de los Estados Unidos, pues destaca los agravios infligidos por el anterior soberano como causa de la emancipación. Sin embargo, en el caso de Panamá, la independencia se buscó no sólo porque Bogotá descuidaba la provincia, sino porque los panameños querían una nación independiente. Las similitudes con la versión norteamericana se encuentran a lo largo de toda la declaración de Panamá:

"El Istmo de Panamá fue gobernado por la República de Colombia con el criterio estrecho que en épocas ya remotas aplicaban a sus colonias las naciones europeas; el pueblo y el territorio istmeños eran fuente de recursos fiscales, y nada más. Los contratos y negociaciones sobre el ferrocarril y el Canal de Panamá y las rentas nacionales recaudadas en el Istmo han producido a Colombia cuantiosas sumas que no enumeramos para no aparecer en este escrito destinado a la posteridad como impulsados por un espíritu mercantil, que no ha sido nuestro móvil; y de esas cuantiosas sumas el Istmo no ha recibido el beneficio de un puente para sus numerosos ríos; ni el de la construcción de un camino entre sus poblaciones, ni el de un edificio público, ni el de un colegio, ni ha visto tampoco interés alguno en fomentar sus industrias, ni se ha empleado la más ínfima parte de aquellos caudales en propender la prosperidad".

El pasaje citado recuerda el del episodio del Motín del Té de Boston, la famosa protesta por los impuestos que desató la revolución de los Estados Unidos. La realidad es que los gravámenes no eran una carga significativa impuesta por el gobierno central, que se había vuelto inefectivo como resultado de veinte años de guerra civil. Obsérvese también la referencia al «Istmo» y al «pueblo istmeño», que quedó del plan original ideado en Nueva York. En la declaración se sigue criticando a Colombia por rechazar el tratado Hay-Herrán con el ánimo de perjudicar a Panamá:

Esta simplificación exagerada del punto de vista opositor se le debe a Bunau-Varilla. La verdad es que los colombianos rechazaron el tratado porque querían más dinero, y no para castigar a Panamá. La declaración termina con el compromiso de conformar una nueva república en donde "en suma, encuentren perpetuo asiento la civilización y el progreso" y en donde todos puedan "labrarse por medio del trabajo un porvenir venturoso y sin azares ni peligros".

"No faltaron hombres públicos que declararon su opinión adversa fundados en que sólo el Istmo de Panamá sería favorecido con la apertura de la vía en virtud de un tratado con los Estados Unidos, y que el resto de Colombia no recibiría beneficios directos de ningún género".

La junta les preguntó a los miembros del Concejo si estaban dispuestos a jurar lealtad a la nueva república, incluso si implicaba sostenerla "con sacrificio de sus familias, fortunas y vidas". Antes de que tuvieran tiempo de contestar, dos proyectiles cruzaron los aires. Una fuerte explosión hizo temblar las paredes. Había comenzado el bombardeo de la cañonera colombiana Bogotá. Esa tarde su comandante, el coronel Martínez, un oficial colombiano leal, había expedido un ultimátum: si no se ponía en libertad a los generales colombianos, abriría fuego. El pánico se apoderó de la muchedumbre en la Plaza Catedral a medida que la gente corría en busca de refugio. Durante casi media hora siguió el bombardeo, con unas cinco o seis explosiones.

El batallón de Huertas en la muralla de las bóvedas contraatacó bombardeando a su vez. Al cabo de una hora el Bogotá finalmente se retiró y se refugio detrás de la isla Pericos, en la Bahía de Panamá.

Las únicas víctimas del bombardeo fueron un chino que fumaba opio en una litera en la calle Salsipuedes, y un burro en el matadero. (El proyectil que mató al chino fue recuperado por De Obarrio, y luego se le obsequió como recuerdo a Prescott). La otra cañonera colombiana, el Padilla, no participó en la escaramuza, tal como había prometido su comandante, el general Varón.

Temiendo que el Bogotá remontara la costa hasta la ciudad cercana de Penonomé para conseguir refuerzos, Huertas despachó un mensajero en una pequeña canoa para advertirle al comandante del barco que «este movimiento cuenta con el pleno apoyo de los norteamericanos».

Cuando todo retornó a la calma, a las 10:00 p.m., el presidente del Concejo, Demetrio Brid, le envío un cable al presidente Roosevelt:

A Su Excelencia el Presidente de los Estados Unidos
Washington

La Municipalidad de Panamá celebra en este momento sesión solemne adhiriéndose movimiento separación Istmo de Panamá resto de Colombia, y espera reconocimiento de ese Gobierno para nuestra causa.

Demetrio H. Brid.

Fuente:

Autor: OVIDIO DIAZ ESPINO
Diario el Tiempo Colombia, editorial Septiembre 16 de 2004